IGNACIO GÓMEZ JARAMILLO

Por Rául Cristancho (Fragmento)

"Desnudos", de 1937, es quizás la obra más sólida y lograda de este conjunto ejemplar. Las dos figuras se agrandan hasta ocupar casi todo el espacio, acentuando la sensación de su solidez y se entrelazan exquisitamente mediante un delicado juego de líneas y fuerzas en tensión, para configurar una imagen estable y armónica. Aquí interviene un elemento no menos importante: la deliberada intención de tratar el desnudo con un interés étnico, lo cual se manifiesta en ciertos rasgos raciales -mestizos acentuados por la coloración en los cuerpos. Gómez Jaramillo buscaba sin duda una representación auténtica léase americanista- de la mujer en su papel mítico, vernáculo, de su relación fecunda con la naturaleza, casi siempre en situaciones idénticas y atemporales.

A pesar de la fuerte carga literaria y sentimental, Gómez Jaramillo no es jamás un pintor anecdótico. Sabe tomar distancia del tema, del cuadro y de sus implicaciones narrativas, para dar prioridad a una afirmación constante de los valores pictóricos. Esta cualidad, y su instinto de pintor culto, es lo que salva su obra de soluciones obvias, para alcanzar altos niveles de representación pictórica. Es desconcertante ver cómo, después de haber logrado un sólido lenguaje plástico, la obra se debilita en la última etapa de su vida. Creo que el artista fue víctima de las circunstancias. Era suyo un medio y una época difíciles: la inexistencia de crítica, de un mercado del arte y de medios de difusión; agregado al parroquianismo del público, que no solamente quita aliento al artista sino que limita su medio de sustentación, tanto intelectual como material. Es por ello que Gómez Jaramillo sobre-produce obras de baja calidad o de encargo, como retratos, bodegones y payasos!, todo lo cual desdibuja su imagen como artista íntegro.

Como buen intelectual, alerta a la sensibilidad de su época, Gómez Jaramillo responde a dos hechos históricos: la entrada del modernismo al país y la propagación del arte abstracto como práctica vanguardista. Y los hechos político-sociales que sacuden a Colombia después de 1948. Ante el advenimiento de un nuevo estilo y de un evidente cambio de gusto artístico, Gómez Jaramillo realiza una conversión forzada, y errónea, a mi manera de ver, hacia la abstracción, a la cual llega tarde, mecánica e inconvenientemente. Si bien el paso a la abstracción estaba siempre latente en su obra, en los años 50 comienza a producir óleos de descomposición geométrica gratuita, cayendo en ese tipo de pseudoabstracción genérica, maniquea, tan en boga durante aquellos años (y proveniente, con seguridad, de la Escuela de París). Aparecen entonces peces, prismáticos, paisajes geometrizados, naturalezas muertas cuasi-cubistas, hasta llegar a las lamentables abstracciones sin profundidad. Esos cuadros obedecían a las exigencias de la moda y, a fin de cuentas, ni son decorativos, ni son el producto de una acertada meditación plástica.


Ignacio Gómez Jaramillo (Medellín 1910 - Coveñas, 1970). Prestigioso pintor, dibujante y muralista antioqueño. En 1929 ingresó al Real Círculo Artístico de Barcelona, España. En Madrid estudió un par de meses en la famosa Academia de San Fernando y luego viajó a París en 1932 donde se inscribió a la Académie de la Grande Chaumière. En 1934 de regreso a Colombia, colgó dos exposiciones individuales: Hotel El Prado (Barranquilla) y Teatro Colón (Bogotá), las cuales alertaron a la crítica sobre la presencia vigorosa de su estética. Los escritores Germán Arciniegas y Jorge Zalamea escribieron ensayos sobre su obra. Fascinado por el muralismo mexicano obtuvo una beca para estudiar esta técnica en México en 1936. Al retornar a Bogotá en 1937 pintó en Capitolio Nacional los murales: La liberación de los esclavos y La insurrección comunera, y posteriormente el Teatro Colón La invitación a la danza. Fue un reconocido retratista, pintor de bodegones y artista erótico. Su labor intelectual incluía el ensayo y la aguda polémica sobre las manifestaciones artísticas del momento. Escribía artículos para la revista Pan y el suplemento literario de El Tiempo, haciéndose famosa su querella intelectual con Marta Traba

En 1940 y 194, obtuvo los premios en Pintura en el primer y tercer Salón Nacional de Artistas. Posteriormente pintó su obra Antioquia la grande que se encuentra en el Banco de Bogotá (Medellín). Fue director de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá y presidente de la Asociación de Escritores y Artistas de Colombia.